Descifrando el atuendo de Santa María de Guadalupe.
Con el triunfo de la Conquista
Consumada ya en México para 1521, se desmoronaba el imperio y gradualmente se iba mitigando el rito politeista de los naturales,
poniendo fin a los sacrificios humanos que según creían:
“alimentaban a las deidades y sustentaban el ciclo de la naturaleza“.
Los aborígenes imaginaban que al no proveerle más víctimas a sus
dioses era inminente un cataclismo cósmico. Sin embargo,
ante los supersticiosos e incrédulos, los malos y los buenos, el Universo siguió
existiendo. El día y la noche; las estaciones del
año repitieron sus ciclos, las estrellas junto a la Luna
siguieron ahí y a pesar de los malos augurios el Sol continuó saliendo.
¿Entonces qué es lo que había
pasado? ¿Los sacerdotes intérpretes de los signos sagrados les habían mentido?
¿Qué había pasado con sus profecías apocalípticas?
La derrota en la Conquista no había sido sólo militar, sino que la depresión, el derrumbe moral, espiritual, cultural y religioso pusieron en evidencia un abandono total de aquellos dioses, a los
cuales todos los nativos habían entregado los corazones y la sangre, incluso de sus propios
hijos.
Una raza agonizaba.
Pero los frailes y misioneros religiosos se esmeraban por defender a los
indígenas de los maltratos de los recios conquistadores, así mismo
trataban de que la soberbia, el odio, la avaricia no
destruyera a la propia comunidad española; pues la
Primera Audiencia (órgano civil de gobierno de este
momento) era demasiado corrupta. Sus robos,
violaciones, injusticias habían denigrado a los
indígenas al máximo y debido a sus enormes privilegios podían también calumniar a aquellos sacerdotes
que osaran interponerse en su camino. Ni los
misioneros estuvieron a salvo de las atrocidades de los
propios cristianos.
En aquel momento complejo de la Historia, se recuerda al
Obispo Zumárraga confesándole en una carta al Rey de España: “Si Dios no provee
con remedio de su mano, está la tierra en punto de perderse…”
Un mismo Dios: Jesús para todas las razas.
Pero luego de aparecer en 1531 Santa María de Guadalupe, con rasgos mestizos, todo cambia. Dios intervino con el ser más amado para Él:
su propia Madre (quien a su vez eligió a un indígena sencillo y
humilde para que sea su mensajero fiel e intercesor: Juan Diego Cuauhtlatoatzin).
Nuestra Señora, para los recién convertidos se transformaba en perfecta inculturación del Evangelio, y ¿Cómo se manifestó para que poder ser más fácilmente entendida por los neófitos?: Pues, en forma de códice
Veamos: La imagen de la doncella Virgen (explícitamente representado en su peinado), lleva una cinta negra alrededor de la cintura (prenda que usaban las mujeres aztecas, cuando estaban embarazadas). En su seno hay una flor de cuatro pétalos, que simboliza las cuatro estaciones del Sol (como diciendo que María es una doncella que lleva en su seno al Sol Divino) Para los pueblos mesoamericanos, la flor representaba al canto de Dios, los cuatro pétalos asemeja las cuatro épocas pasadas esperando el regreso de Quetzalcóatl y consecuentemente el quinto sol que precisamente esta en el seno de la Virgen y Madre.
Al quedar plasmada esta bendita Imagen en la humilde tilma de
Juan Diego, también se percibe anuncios significativos. Son estos los puntos esenciales:
_ La tilma era tan importante que estaba presente en
el matrimonio indígena, durante el cual se hacía
un nudo con la tilma del varón y el huipil o
vestido de la mujer simbolizando, con ello, que
sus vidas quedaban unidas. Por ello decimos que la unión entre Guadalupe y Juan Diego (por medio de la tilma) no es perecedera, sino que como todo lo que realiza Dios es grande, involucra a toda la raza, y pasa a ser un vínculo de por vida.
Guadalupe es un regalo de Dios a la Raza, a nuestra raza mestiza,los descendientes de América (aunque para goce de todo el mundo)
_La tilma servía para cubrirse y así protegerse de
la intemperie; (es Ella nuestra protección,
recordemos lo que le dice a Juan Diego y, por medio de él, a todos nosotros: “No
tengas miedo, ¿no estoy yo aquí que soy tu madre?”)
_La tilma servía para cargar cosas,
por lo que ayudaba en el sustento; ahora es Ella quien nos trae como sustento, a su propio Hijo Jesucristo, que se entrega de una manera muy especial en la Eucaristía. Jesucristo, nuestro Señor es el centro del acontecimiento
Guadalupano, Él es quien nos alimenta con su cuerpo y con su sangre; es por ello
que la Inmaculada Virgen de Guadalupe quiere un templo donde ofrecer todo su
amor (que es su propio Hijo) Jesucristo. Por ello, el centro de su mensaje y de su
imagen no es Ella, sino que es
su Hijo.
La flor que más se repite en el atuendo de la Virgen, es una flor única muy particular, y quien la analice verá que claramente se parece a un rostro sonriendo, siempre enraizado en el manto azul
que significa: el Cielo. Por lo
tanto, son flores arraigadas en Dios, en lo divino. A su vez, estas flores
extrañas están formadas de dos
elementos gráficos, el cerro Tepeyac (que en náhuatl significa nariz, que también claramente puede observarse de forma abstracta en casi toda la extensión de la “flor con rostro”).
Y en la parte de la flor-cerro hay una serie de
flores pequeñas, por lo tanto,
decimos que el cerro está lleno de
la verdad de Dios.
Por medio de esta tierna imagen de Nuestra Sra. Dios nos quiere traer toda su verdad integradora, y por medio de Ella expresa toda su compasión especialmente a los indígenas (sin descuidar a los españoles). Pues Ella es una Inmaculada Concepción que también entendían perfectamente los hispanos, Ella es una Virgen, que no de casualidad apareciera en vísperas de adviento. Esto también lo comprenderían perfectamente los forasteros (pues como sabemos, los ibéricos celebraban la octava de la Inmaculada Concepción en el momento de su aparición).